sábado, octubre 22, 2016

Miradores

Posted by Pey on sábado, octubre 22, 2016 | No comments


La lluvia tras el cristal había empezado a caer por la mañana y las previsiones no eran muy buenas para el resto del día.

Los árboles y la hierba parecían los únicos que agradecían el agua, porque, aunque no habían perdido su verdor, el verano y lo transcurrido del otoño, habían sido secos.

Íria oyó en timbre del micro y se levantó por el chocolate a la taza que había preparado. La peli de por la tarde sonaba de fondo mientras caminaba hacía la cocina.
Cogío su mug decorado de flores regalo de Maica y volvió a su mecedora en el mirador.

Le encantaba pasar las tardes de lluvia junto a la ventana con la manta roja de IKEA, y su taza de chocolate caliente entre las manos. Olía a tierra mojada.

Desde el primer otoño en Santiago había pasado tiempo. Tras la carrera, Maica le había convencido para estudiar un master en Madrid. Íria lo había comentado con sus padres y como siempre, no le habían puesto ningún problema.

A la pizpireta Maica, todo se le quedaba pequeño e Íria como había hecho desde el parbulario, le seguía a todas partes. En el fondo, aunque algo más reposada que su amiga, ambas disfrutaban con las mismas cosas.

Coincidió que su padrino se iba a trabajar a Londres con toda la familia e iban a dejar vacía la casa de la urba. Íria le contó a su padrino su idea de hacer el master y este ni se lo pensó y les ofreció la casa si pagaban los gastos de comunidad.

Cuando se lo dijo a Maica, decidieron que no iban a encontrar nada mejor por ese precio. Además, al ser una casa grande, siempre podrían meter a alguien más para abaratarlo un poco, así que aceptaron.

Desde entonces, todo había ido muy rápido, el master, las prácticas, el primer trabajo...

Maica había conocido a Juan, un gaditano que iba para oficial del ejército casi al llegar, y desde el primer momento conectaron y no se habían separado. Maica traía de cabeza a Juan pero el gaditano, que era un santo, pensaba que con Maica le había tocado la lotería.

Íria disfrutaba viéndoles juntos y aunque no se arrepentía de haber cortado con Javi, no podía si no sentir algo de envidia.

La lluvia y el chocolate caliente le trasladaron a casa. Recordaba el mar, la humedad y la sal flotando en el ambiente. Le encantaba esa sensación.

De repente se sintió muy sola.

Echaba de menos a mamá, a la pequeña Julia corriendo siempre detrás de ella, a papá y los paseos por el cantón con su quiosco y la alameda.

Descolgó el teléfono. Al otro lado sonó la voz de Julia. Ya no sonaba aniñada como antes.

-¿Quién es?- dijo
-Julia.....Soy yo, Íria
-Hola....te paso con mamá.....es que tengo a Marta en el móvil ¿vale?.
-Vale....

Julia había dejado de ser un bebe. Y una niña. A sus catorce años estaba en plena edad el pavo, pero la adoraba. Y Julia también a su forma quería a su hermana.

-Íria, cariño, ¿que pasa?. La voz de su madre sonaba tranquilizadora.
-Mamá....
-Cielo...¿estás llorando?.
-No mamá estoy bien...-mintió.
-Mamá...¿Os importa si subo este fin de semana?....
-Pero como nos va a importar!!....dinos cuando llegas y te recogemos en la estación ¿quieres?- contestó su madre
-Si, gracias mamá. Igual subo con Maica y con Juan
-Fenomenal hija....
-Hasta el viernes mamá
-Adiós...

Aunque no quería preocuparles, la verdad es que les echaba muchísimo de menos, y no solo ahora. Desde que salió de casa.
Íria secó las lágrimas que caían por sus mejillas . Se sentía algo mejor tras llamar a casa, pero le faltaba algo.

En ese momento, le encantaría que Javi estuviera con ella. Hasta habría pagado por ello. Aunque fuera en silencio, su presencia habría conseguido reconfortarla. Pero Javi ya no estaba, y desde que cortaron, no había conseguido encajar con nadie  más.

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