…Lucas, como todos
los días desde Abril, cerró la verja de la piscina.
Tras ella, las
hojas de los árboles cubrían el césped que, hasta hace unos días, se poblaba de
hamacas y toallas. Aquel parecía uno de esos días de tormenta de verano, en que
los habituales, salían corriendo en cuanto veían el cielo gris y se levantaba
el viento, quedando todo vacío y mudo.
También hasta
hace unos días, el jolgorio era tal, que era difícil hacerse oír entre la
multitud de niños que apuraban los últimos días de piscina antes del empezar el
colegio. Le gustaba ese jolgorio.
Desde que Nico le
había convencido para irse los dos a trabajar en verano, habían transcurrido
seis meses.
Durante ese
tiempo, había acabado conociendo a todos los chavales de la piscina por su nombre y sus juegos favoritos. Desde los
más inquietos hasta los más tranquilos y a los que, como eran bebés, todavía no
se sabía si serían lo uno o lo otro.
Cuando comentó la
idea en casa, su padre la acogió con alegría y le animó a irse. Pero su madre
no acababa de verlo claro. Al fin y al cabo era la primera vez que iba a salir
de casa el solo por tanto tiempo.
Acostumbrado al
calor de su familia, a Lucas, le había costado al principio. Aunque lo
compartía con Nico, se le hacía duro vivir en el pequeño apartamento que les
habían habilitado para dormir. Sólo estaban a dos horas de avión de casa, y
aunque todos los días hablaba con su madre, no era lo mismo.
Pasadas las
primeras semanas, la cosa mejoró algo. Empezaba a comprender el idioma. Y
conocieron a Rachel. Los ratos que les dejaba libres la piscina los pasaban,
Nico Rachel y él mismo, recorriendo las playas y ciudades de los alrededores.
Nico se las había ingeniado para que les dejasen un pequeño utilitario a
condición que pagasen la gasolina y no lo rompieran.
Hoy era su último
día. Mientras Nico se despedía de Rachel y se buscaba la vida para que los
llevasen al aeropuerto, él había cerrado e iba a entregar las llaves.
Tenía
sentimientos encontrados. Por un lado estaba contento porque volvían a casa,
pero por otro una gran melancolía le invadía por lo que dejaba atrás. Había
comenzado cuando Rachel prefirió a Nico, pero ahora, no solo era por eso. Empezaba
a echar de menos cada día de los últimos seis meses.
Sonó el móvil. Al
otro lado oía a su madre dándole las últimas instrucciones para quedar en el
aeropuerto de Madrid. Estaba muy contenta. De fondo se podía oír también a su
padre y a sus hermanos. Lucas sonrió. También los había echado de menos.
Sintió un nudo en
la garganta. Mientras intentaba que no se le entrecortara la voz,
repitió a mamá exactamente lo que ella le había dicho hace un instante,
era la única forma que
se quedase tranquila.
Cargó la pequeña
mochila a la espalda y se fue a buscar a Nico. Volvían a casa.